miércoles, 13 de abril de 2016

La soledad del cocodrilo
















Una de las cosas por la que me gusta mi documental es, porque sin ser mi intención, cuestiona una creencia extraordinariamente instalada en nuestra cultura. La creencia de que el ser humano es una criatura a medio camino entre los animales y una cosa superior a la que llamamos Dios. De hecho más cerca de Dios que de los animales, por aquello de que el humano genera construcciones mentales, lenguajes y categorías, y más cerca aun cuando hace milagros. Tal es así, la creencia de que estamos por encima del resto de seres vivos, que incluso muchos académicos divulgan la creencia de que los animales no sienten soledad, ya que la soledad es una categoría construida por el humano y por tanto exclusiva de nuestra especie. Puede ser cierto que los animales no tengan esa categoría para definir tal sentimiento, pero es indudable que la soledad forma parte de su elenco emocional. Así como la categoría de hambre es una construcción humana, esta no implica que los animales no sientan hambre, ni que no padezcan soledad. 

Otra cosa muy extendida, también en académicos, es la canónica creencia de que todos los comportamientos de los animales son instintivos y por tanto innatos, y que nosotros nos diferenciamos de ellos porque tenemos la capacidad de raciocinio: una cualidad que no es innata y que es exclusiva en nuestra especie. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, el raciocinio es una cualidad que nos viene innata, ya que nadie enseña a los niños a razonar y sin embargo razonan1, con lo que se deduce que el raciocinio es puramente instintivo y un acto reflejo. Pero es que además, la razón no es una cualidad exclusiva del humano, pues muchos animales realizan procesos racionales complejos como la reducción al absurdo.

Por ello es de una estulticia monumental pensar que somos distintos de los animales, pues si bien hay diferencias, estas son básicamente cuantitativas y no cualitativas, pese a lo extendido que está la idea de superioridad del humano sobre los animales. Esto se llama racismo, o especismo, o como lo queramos llamar. Los H. sapiens somos diferentes del resto de animales, en la misma medida que un perro o un cocodrilo es diferente del resto de animales. 


"Cuando los cocodrilos sienten soledad lloran, pero todo el mundo sabe que las lágrimas de cocodrilo son falsas, por lo que la soledad en los cocodrilos no existe."

Albert Einstein, 18/4/1955


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1 Este hecho se ve perfectamente cuando los niños aprenden el lenguaje, pero también en multitud de casos. Cuando los niños conjugan el verbo caber, siempre dicen "yo cabo", pues por lógica, es decir, a través de la razón, deducen que si todos los verbos se conjugan con esa terminación, el verbo caber funciona de la misma manera. Así vemos como nadie le ha enseñado ha realizar estos procesos racionales y sin embargo los lleva a cabo.


Quiero aprovechar este espacio de aquí abajo para recordar una delirante anécdota que ocurrió en mi instituto. Un compañero empezó a discutir con el profesor de filosofía, defendiendo que las personas somos homínidos. El profesor insistía en que no somos homínidos, y en una creciente crispación, siguió defendiendo que el humano es distinto de los animales dada su cualidad exclusiva de poder razonar, la cual no consideraba un instinto. Al terminar la clase, mi compañero, desconcertado, bajó a la biblioteca a comprobar que no se confundía en cuanto a que somos homínidos. Allí entró y encontró a la profesora de historia, que le había tocado guardia atendiendo a la gente. Mi compañero le comentó lo ocurrido y la profesora, sorprendida, inició una búsqueda por Internet, para comprobar si el índice taxonómico del H.sapiens no había cambiado por alguna razón. Ella también creía lo mismo. Allí encontró una publicación científica que afirmaba que somos de la familia de los homínidos. Se la imprimió y le dijo que se la llevara al profesor de filosofía. Cuando este la vio, se negó a reconocer lo que la publicación científica apuntaba. Le daba completamente lo mismo lo que aquellos científicos hubiesen escrito. "Los H.sapiens no son homínidos".

Ese alumno era yo, y le había golpeado en las partes bajas de su orgullo. El daño le impedía reconocer mis argumentos pese al contexto académico que nos envolvía. Soy de pensar que en relación al conocimiento, el orgullo no tiene espacio. Uno puede sentirse hundido en la mierda cuando hunden sus argumentos, pero hundir los argumentos no es hundir en la mierda a la persona. Si alguien no sabe distinguir entre "persona" y "sus argumentos", tiene un problema.

Lo que me ha impulsado a escribir la soledad del cocodrilo ha sido la indignación al ver, en un debate, cómo cierta autoridad cambiaba astútamente de tema, cuando mis argumentos sobre el sentimiento de soledad de los animales tumbaba los suyos. A mi también me gustaría enmudecer los argumentos que me golpean intelectualmente. Lo sentimos como si nos llamasen tonto, pero el debate es la madre del cordero y una génesis del progreso intelectual. Si nos sentimos dolidos, algo tendremos que hacer. 




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